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7 años después, el crecimiento global en punto muerto: ¿¡...!?

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La economía global no levanta y es una grave restricción para la ambición argentina.

La primera década del siglo 21 ha sido un tiempo de crecimiento económico sin precedentes. El mundo desarrollado se volvió más rico, y el subdesarrollado también pudo dar un paso adelante. Hacia el año 2007, los mercados de los países emergentes habían alcanzado un pico de crecimiento de 8,7%, y los economistas comenzaron a hablar de que finalmente habría“convergencia”: el “resto del mundo” empobrecido, finalmente podría ponerse al día y alcanzar a los países ricos.

Luego vino la caída. Hoy, con Rusia y China en declive y el precio del petróleo colapsado, el crecimiento ha alcanzado un punto muerto casi en todas partes. Economistas, inversores y ciudadanos de todas partes del mundo enfrentan una nueva realidad: los mercados globales están teniendo un crecimiento demasiado lento, hay controversias sobre la causa, y las recetas tradicionales no están funcionando.

La revista Foreign Affairs presentó una edición dedicada especialmente a tratar esta cuestión: “¿Cómo hemos llegado aquí? ¿Cómo podemos escapar al estancamiento, y por qué no están funcionando los viejos remedios? ¿Y cuáles son las implicancias geopolíticas de esta nueva era económica?”, se pregunta el editor de la revista, Jonathan Tepperman.

Los bancos centrales en un laberinto sin salida

Desde que la crisis financiera global de 2008 paralizó al mundo y USA cayó en la Gran Recesión, el pánico ha disminuido y las economías occidentales se han recuperado en grados diversos.

Pero los efectos de la caída han sido profundos y duraderos, y la economía global aún presenta riesgos serios, explican J. Tomilson Hill e Ian Morris en Foreign Affairs.

La recuperación ha sido lenta, la inflación se mantiene en tasas más bajas que las deseadas por los bancos centrales de la mayoría de las potencias, y los niveles totales de deuda están mucho más altos que antes de que empezara la crisis.

Los bancos centrales de los países, por otro lado, se encuentran en un laberinto sin salida. Ya han intentado todas las herramientas a su disposición para intentar zanjar esta situación, y aún no han obtenido resultados.

La forma mucho más simple que tienen los bancos de estimular el crecimiento es bajar las tasas de interés, pero estas se encuentran cerca de cero en al menos dos docenas de países –algunos desarrollados, otros con economías emergentes-, dejándolos sin otro sitio hacia donde avanzar.

Casi nadie en 2009 hubiese podido predecir que, al 2016, las tasas de interés estadounidenses se mantendrían cercanas a 0%, y las de Europa estarían negativas, explica Lawrence Summers.

Desde el comienzo de la crisis, las ratios deuda/PBI de los gobiernos han ascendido de manera estrepitosa. En el caso de USA, por ejemplo, de 2008 a hoy, subió de 41% a 74%. En Europa, pasó de 47% a 70%. Y en Japón pasó de ser 95% a 126%.

Sin embargo, los intereses a largo plazo son marcadamente bajos, con la rentabilidad de los bonos a 10 años de USA en alrededor del 2%, de Alemania en 0,5%, y en Japón del 0,2%, a comienzos de 2016. Estas cifras marcan que los mercados esperan baja inflación y bajas tasas de interés reales durante muchos años.

A 7 años de la crisis, los mercados no están esperando que las condiciones “normales” regresen pronto.

Según Summers, “la clave para entender esta situación está en el concepto del estancamiento secular, del que primero habló el economista Alvin Hansen en los años ’30. Las economías del mundo industrial, según su mirada, sufren de un desbalance, resultado de una creciente propensión a ahorrar y una decreciente propensión a invertir.

El resultado es que el ahorro excesivo actúa como una carga para la demanda, reduciendo el crecimiento y la inflación, y el desbalance entre el ahorro y la inversión arrastra hacia abajo las tasas de interés reales. Cuando se alcanza crecimiento significativo -como en USA entre 2003 y 2007- viene de niveles peligrosos de préstamo que traducen el ahorro excesivo en niveles insostenibles de inversión (lo que en ese caso emergió como la burbuja inmobiliaria).”

La OCDE

La OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico) anticipó que la economía global sufrirá una desaceleración en 2016, con matices.

En el caso de Brasil, por ejemplo, será con recesión. En el caso de Europa occidental, habrá crecimientos insuficientes para mejorar los salarios.

La OCDE advirtió que las recetas monetarias no han ido acompañadas de “una respuesta colectiva contundente” para corregir el crecimiento débil, casi un estancamiento, que ha sucedido a la crisis financiera de 2008.

El diario madrileño El País editorializó: "La OCDE reclama un choque contundente para estimular la demanda. El objetivo es correcto, porque si la economía mundial aparece atrapada en el estancamiento es porque no hay expectativas de que crezca. Y no las hay —contando con abundancia de crédito, y con los riesgos inherentes de burbujas en algunos mercados asociadas a un exceso de liquidez— porque la demanda no puede crecer con tasas elevadas de desempleo y rentas salariales en retirada; y si además se detecta una incapacidad del sistema bancario para ofrecer una imagen conjunta de solvencia, para superar la caída de sus márgenes de negocio y para desembarazarse de la elevada deuda pública que asumieron durante la crisis, ya están predibujadas las condiciones de una recesión más que probable."

Todo Ok en teoría. Pero la realidad no es teoría...

¿Débil oferta o débil demanda?

Hills y Morris especifican que, para encontrar una solución, hace falta hacer un diagnóstico correcto de la causa del problema (si se trata de baja demanda o de baja oferta).

Según ellos, el hecho de que la inflación se haya mantenido por debajo de lo esperado sugiere que el problema es una demanda débil, ya que si el problema fuese una oferta débil, la combinación entre eso y el dinero fácil (en referencia a las bajas tasas de interés), hubiese producido mucha más inflación.

Muchos gobiernos parecen haber errado en el diagnóstico, ya que han salido en la búsqueda de remedios indicados para problemas de oferta y no de demanda. Summers apunta en la misma dirección: según él, la principal restricción a la economía del mundo industrial hoy es la demanda. Esto significa que se necesitan medidas que ofrezcan el potencial de incrementar la demanda, como reformas regulatorias y tributarias.

Otras políticas estructurales que promoverían la demanda incluyen medidas para acelerar la inversión en tecnologías de energía renovable, que podrían reemplazar a los combustibles fósiles, medidas para subir el share de ingresos totales que van a aquellos propensos a consumir, y subir los salarios mínimos, según apunta Summers en su artículo.

Ruchir Sharma y el decrecimiento en la natalidad

Para Ruchir Sharma, en cambio, la verdadera causa del problema está siendo pasada por alto por la mayoría de los economistas y otros especialistas.

Mientras ellos desarrollan múltiples teorías en torno a por qué no se ha dado una recuperación más fuerte tras la Gran Recesión, muchos no han examinado lo que puede ser el factor principal: la ralentización global del crecimiento de la fuerza de trabajo, escribió Sharma en Foreign Affairs.

La fuerza de trabajo se compone por la cantidad de gente en edad de trabajar –entre las edades 15 y 64-. Entre 1960 y 2005, la fuerza de trabajo global creció a un promedio de 1,8% por año.

Pero, desde 2005, esa tasa ha bajado a 1,1%, y es probable que continúe bajando mientras que las tasas de fertilidad continúan bajando en la mayor parte del mundo.

Consecuencias geopolíticas: Rusia y China

En tanto, Robert Kaplan desarrolla otra teoría, basada en la caída estrepitosa de Eurasia (tal como se refiere a Rusia y China).

“Mientras que China se asienta en los mares a su alrededor y Rusia libra guerras en Siria y Ucrania, es fácil asumir que los dos poderes más grandes de Eurasia están mostrando signos de una nueva fortaleza. Pero en realidad, lo opuesto es lo correcto: China y Rusia estiran sus músculos cada vez más, no porque estén poderosos, sino porque están débiles. Al contrario de la Alemania nazi, cuyo poder en casa impulsó su agresión militar afuera en los años ’30, los poderes revisionistas de hoy están experimentando el fenómeno opuesto. En China y Rusia, es la inseguridad doméstica la que está engendrando beligerancia. Esto marca un punto de inflexión histórico: por primera vez desde la caída del muro de Berlín, Estados Unidos se encuentra compitiendo con otros poderes”, escribió Kaplan.

Con el empeoramiento de las economías de los dos países, podría devenir la inestabilidad política en el seno de sus sociedades. Si eso sucediera, es probable que Rusia y China exportarán sus problemas con la esperanza de que el nacionalismo mantenga a sus ciudadanos entretenidos, y con el fin de movilizar a sus poblaciones, advierte Kaplan.

Tanto el Presidente chino Xi, Jinping, como el ruso Vladimir Putin, sufren de un profundo sentimiento de inseguridad, afirma Kaplan, ya que los territorios sobre los que gobiernan están desde hace mucho tiempo virtualmente rodeados de enemigos. Hacia adentro, cada día se les hace más difícil ejercer el control sobre los vastos territorios de sus países, con potenciales rebeliones surgiendo en los rincones más remotos.

“El mundo ha visto el tipo de anarquía que los conflictos étnicos, políticos y sectarios pueden provocar en los estados pequeños o medianos. Pero el prospecto de una casi anarquía en los dos gigantes en debacle económica, es mucho más preocupante”, escribió Kaplan en Foreign Affairs.

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Después de registrar en 2015 el ritmo de crecimiento más lento en 5 años, la economía mundial no repuntará, según la Organización para la Cooperación y el Crecimiento Económicos (OCDE): "El comercio y la inversión siguen siendo débiles, y la lenta demanda está provocando un nivel bajo de inflación y un inadecuado ritmo de crecimiento de los salarios y el empleo". Estos factores, junto con la caída del precio de las materias primas e inestabilidad financiera han llevado a recortar su proyección de crecimiento global para 2016 a 3%... y puede bajar aún más: el pronóstico de la calificadora Moody's ya pronostica para el G20, 2,6%. La revista Foreign Affairs decidió invitar a una reflexión sobre la situación.
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